Un cuento donde las palabras sí consiguen ser un portal hacia lo no-conceptual, la experiencia directa y la apreciación estética. Al igual que ocurre en la poesía, que puede ser útil para acceder a dicha experiencia directa, sin quedarnos atrapados en más conceptos.
De todos modos, es importante recordar que el lenguaje y el intelecto, generalmente están sometidos a las limitaciones de la linealidad, la construcción analítica, la bidimensionalidad y el encubrimiento propio de los conceptos. Ver también LineLandia en PlanoLandia (+ info)
EL ALEPH (JORGE LUIS BORGES), un extracto del cuento.
«(…) Realmente lo que quiero hacer es imposible, ya que una lista de cualquier serie infinita tiene que ser infinitesimal. Durante un único instante gigantesco, vi millones de actos, tan maravillosos como horribles; ni uno solo me impresionó más que el hecho de que todos ellos ocupaban el mismo lugar en el espacio, sin superposición ni transparencia. Lo que veían mis ojos era simultáneo, pero lo que escribiré ahora será sucesivo, debido a que el lenguaje sigue un orden sucesivo. No obstante, intentaré recordar lo que pueda …
«El diámetro de «Aleph» medía alrededor de tres centímetros, pero todo el espacio estaba allí, real y sin disminuir. Todo -la luna de un espejo, por ejemplo- constituye algo infinito, y vi esto claramente desde cada ángulo del Universo. Vi el vasto mar, el alba y el ocaso; vi las muchedumbres de América; vi una telaraña plateada en el centro de una pirámide negra; vi un laberinto roto -en Londres-; vi muchísimos ojos de cerca escrutándose en mí como si fuera yo un espejo; vi todos los espejos de la Tierra y ninguno se reflejaba en mi ser; en un traspatio de la calle Soler, vi las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos; vi racimos de uvas, nieve, tabaco, trozos de metal, vapor; vi desiertos ecuatoriales convexos, así como cada uno de sus granos de arena; en Inverness -Escocia del Norte- vi a una mujer que nunca olvidaré; vi su violenta cabellera, su altivo cuerpo, el cáncer de su pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol; vi un chalet de Adrogué; un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemon Holland y al mismo tiempo, cada letra de cada página… vi en un armario de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin; vi caballos cuyo crin volaba con el viento en una playa del Mar Caspio: al alba… vi un astrolabio persa; vi en el cajón de un escritorio las cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz -y cuya letra me hizo temblar- había dirigido a Carlos Argentino… vi la reliquia atroz de lo que había sido la hermosa figura de Beatriz Viterbo; vi la circulación de mi oscura sangre; vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte; vi el Aleph desde todos los ángulos posibles; en el Aleph vi la tierra y en la tierra, otra vez, el Aleph y en el Aleph, la tierra; vi mi cara y mis vísceras; vi tu cara y sentí vértigo, lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto e hipotético, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ninguno ha mirado –el inconcebible Universo«.
Fuente: Jorge Luis Borges. «El Aleph«. Emecé Editores. Buenos Aires, 1992. Páginas 259-262.
Notas:
Aleph (hebreo), Álef o Alef (en español), Alif (árabe) = Primera letra del alfabeto hebreo, protocananeo, arábigo y persa.
Alaya (Zen) = El almacén de la conciencia. El inconsciente.
«La filosofía es la liberación o no es nada» (Extraits de Lucréce). Henri Bergson 1859 – 1941.
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Una respuesta a «Aleph»
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