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¿CÓMO PUEDO COMPARTIR LO APRENDIDO EN MI PROCESO TERAPÉUTICO?

Cuando vamos superando nuestras dificultades personales y adquiriendo mayores niveles de libertad y bienestar, suele surgir un deseo natural de compartir estas nuevas capacidades aprendidas, con nuestros seres queridos (hijos, pareja, amigos, etc).

Por ejemplo, algo similar suele ocurrir cuando aprendemos a leer, nadar, bucear o montar en bicicleta de manera satisfactoria y relajada. Se abren nuevas posibilidades en nuestra vida, que podemos compartir con los demás.

Este proceso de compartir lo aprendido a nivel mental, se suele producir cuando se han superado los prejuicios culturales iniciales hacia la psicología o la psicoterapia, como se describe en el artículo Mitos sobre la Terapia (+ info) . Y se comienzan a recoger los primeros frutos sobre el cambio personal. Es ahí donde se percibe que el coste / beneficio es bastante favorable.

Esto se debe a que la salud mental también es contagiosa (al igual que la tristeza, los miedo, los malos rollos de pareja, los conflictos laborales, etc).

Este un proceso sutil, «como una gota de aceite que se extiende en un folio», pero podemos aprender a detectarlo con el entrenaminto de nuestra atención. Ej. Mindfulness (+ info)

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HAY DISTINTAS MANERAS DE COMPARTIR LO APRENDIDO.

Por ejemplo:

Dando ejemplo. Esta es una forma de ayuda indirecta y no intencional. Luego no suele crear resistencias en la otra persona. Es especialmente útil para jóvenes con actitud negativista o desafiante. También en las relaciones de pareja o familiares, donde las posiciones se encuentran muy polarizadas. Por ejemplo, si los demás detectan un aumento en nuestro bienestar (al igual que podría ocurrir al ver que hemos aprendido a leer, nadar o montar en bici, etc), quizás en un momento espontáneo surja en ellos el deseo de aprender estas nuevas habilidades.

Hablar en primera persona. Consiste en buscar los momentos adecuados para compartir con la otra persona los aprendizajes personales adquiridos. Hablando en primera persona y sin sugerirle nada. De este modo se ofrece una alternativa de cambio, que la otra persona puede utilizar en otro momento, si lo desea. Tarde o temprano, ese otro momento se produce. Ya sea que se quieran desahogar con nosotros, o que nos pidan nuestra opinión. Ante esto podemos responder: «a mí esto me sirvió para cambiar y dejar de sufrir innecesariamente«.

Ofrecer ayuda explícita. Suele ser útil, si el problema es grave y sobre todo si es una persona que esté a nuestro cargo (un menor de edad, una persona dependiente, etc). En este caso, también es importante intervenir: 1) Cuando la otra persona no esté en una actitud defensiva y muestre cierta confianza hacia nosotros. 2) Hablando en primera persona y con autenticidad. 3) Cuando la otra persona que esté receptiva. 4) Transmitir la experiencia de uno mismo como ejemplo. 5) Permitiendo que la otra persona se tome su tiempo y lo decida finalmente por sí misma.

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¿TE HAS ACORDADO DE ALGUIEN?.

Quizás te has acordado de una persona, que está pasando una etapa difícil y que no recibe ayuda, porque piensa que la psicología o el coaching es una cosa rara, para gente «loca» o inaccesible económicamente.

Puedes probar a enviarle alguna de las páginas de esta web. Quizás en algún momento decida realizar algún ejercicio y experimente algún resultado positivo.

Una vez que se perciba algún resultado favorable, dejará a trás el terreno de las creencias (me lo creo vs. no me lo creo) y entrará en el terreno de la experiencia personal (el plano vivencial), lo cual ya es incuestionable.

Algunos de los ejercicios para comenzar podrían ser: